Mi calendario...

sábado, 27 de junio de 2009






¡Hola gente bonita!
Les dejo uno de mis últimos relatos para compartirlo con ustedes. Espero que les guste. Podríamos encajarlo dentro del género de terror.
En este momento me viene a la cabeza una vieja serie de televisión que veía mi mamá cuando yo era chica, algunos tal vez la recuerden, se llamaba "La dimensión desconocida". Recuerdo que me daba mucho miedo y a pesar de que me mandaban a dormir me escondía detras de la silla de mi vieja y la miraba igual. Jeje! Todavía recuerdo la musiquita de la presentación... Lo mismo me pasaba con "Invasores" Hoy me parecen de risa, es que el género del terror ha cambiado mucho con el tiempo.
Quiero agradecer a aquellos que me dejan comentarios, me encanta recibir sus palabras, y a aquellos que todavía no se animan: “¡Háganlo! “ ¡Vamos anímense!

Tres golpes en la puerta.


Estaba acurrucada en un sillón junto al calor piadoso del hogar, leyendo un tenebroso relato de esos que deja sin aliento cuando en la puerta de calle la celosía sonó con tres fuertes golpes de llamada.
Miré el reloj de la pared entre asombrada y temerosa. Las agujas marcaban las doce de la noche. Me costaba creer lo rápido que había transcurrido el tiempo para mí cuando estaba tan inmersa en la lectura.
Intenté convencerme de que nada había sucedido, ya que era imposible recibir una visita a tales horas. Seguramente, pensé, se trata de una jugarreta de mi imaginación, pero al rato otros tres golpes se dejaron oír y esta vez sonaron aun más fuerte.
Sopesé las posibilidades de que alguien quisiera jugarme una broma o quizás sea una urgencia que requiera mi ayuda.
Al fin, respirando hondo y tomando algo de coraje me dirigí hacia la puerta.
Teniendo la mano sobre el picaporte y a punto de abrir recordé la promesa.
Aquel engendro de maldad y odio había prometido venir en mi busca justo cuando el infierno se lo llevó. Él murió sin más y a mi me llegó el alivio. Por entonces no di crédito a sus palabras.
Espié por la mirilla y la negra noche pareció tragarse todo alrededor.
No tuve más remedio que abrir la puerta.
Las tinieblas liberaron lentamente el horrible cuerpo putrefacto de mi enemigo. Se acercaba a mí como flotando en el aire, sin mover los pies… a decir verdad sin mover un solo músculo.
Un terror irracional y diría hasta animal me recorrió la espalda en toda su extensión. Sólo la imagen de su rostro deformado viéndolo llegar desde el cementerio que se ubica al pie de la colina me paralizó el cuerpo y hasta el pensamiento.
Me pareció oír como a lo lejos resonaba un campanario.
Las luces de la casa se apagaron de golpe y el resplandor del fuego que crepitaba en el hogar se extinguió poco a poco.
El augurio de la muerte había venido a golpear mi puerta.
La amarga, fría e inevitable verdad me devoró como una famélica llama.

Fin.
Silvia.

martes, 2 de junio de 2009

Destino.




¿Qué tal amigos?
Hoy voy a hablarles del destino. Según La Real Academia Española: es el hado, la fuerza que se cree obra sobre los hombres y los sucesos. Un encadenamiento de sucesos considerado como necesario y fatal.
Existe una vieja discusión (y mucha tinta y saliva se ha derramado por ella) acerca de si el destino está escrito en el libro sagrado de la vida, si nacemos con un determinado objetivo inamovible, así como también el momento en el que nos llegue la muerte, o si cada uno de nosotros va construyendo su propio destino en base a las acciones, o más bien las elecciones que tomamos a cada paso, entonces poseeríamos cierto dominio sobre él. Todo depende de nuestras creencias religiosas o la falta de ellas. Y vos mi querido lector: ¿Qué opinas?
Lo cierto es que la vida posee miles de historias que alimentan la ávida imaginación del escritor. Éste como un mago o un alquimista las toma prestadas, las gira, las da vuelta, las mezcla y las transforma en un relato nacido de su mente. He aquí una muestra de ello:




Accidente.

Gastón y Laura eran un joven matrimonio que trabajaba y vivía en la vertiginosa Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Esa jornada, regresaban de haber pasado unos días en la estancia de los Urquiza, una familia amiga. Habían llegado hasta allí porque fueron invitados a la fiesta de bodas de la hija del dueño de casa, de esta forma combinaron sus pequeñas vacaciones con el acontecimiento.
Era domingo y viajaban en su automóvil por la ruta y a pesar de faltar bastante para el ingreso a Capital se presentaba muy congestionada.
La hora pasaba y la fila de vehículos apenas avanzaba y para sumar angustia a los viajantes había caído la noche.
Laura iba sentada cómodamente en el lado del acompañante mientras su marido no dejaba de fumar y de protestar por la cantidad de coches que había en tránsito y que demoraban la llegada al hogar.
El hombre estaba de muy mal humor, así que entre insultos cada vez que podía apretaba el acelerador sin miramientos y bajaba a la banquina para rebasar a los vehículos que le antecedían en la fila.
La mujer estaba cansada de escuchar las protestas de su marido, así que para distraerse un rato abrió el diario que hacia unos minutos habían comprado en la última estación de servicio que habían parado.
La sorpresa le hizo dar un corto grito de asombro, cuando leyó en los titulares que éstos anunciaban un grave accidente en esa misma ruta y prácticamente a la misma altura por la que estaban circulando. Esto le llamó poderosamente la atención, así es que sin más preámbulos se dispone a leer el artículo entero, con lo que aumenta su sorpresa y comienza a sentir una especie de horror que le eriza la piel y se apodera de sus músculos paralizándolos.
-¿Qué es diablos esto? ¿Se trata de una broma o qué?- exclama ella entre pasmada, asustada y por sobre todo muy enojada.
En ese momento Gastón había salido al carril contrario para rebasar un enorme camión con acoplado que se ubicaba por delante de él en la fila.
-¿Qué pasa Lau? ¿Qué viste? ¡Parece que hubieras leído tu propio obituario! ¡Je! ¿Qué dice el diario?- preguntó Gastón burlándose de ella con tono irónico e inmediatamente se inclinó a mirar de cerca el artículo, descuidando en volante.
El imprudente conductor alcanzó a ver sus nombres en la lista de muertos justo antes de que al levantar la mirada una intensa luz lo dejara ciego.
No tuvieron tiempo de comprobar que el diario decía la pura verdad. Murieron en el acto.
El señor Gustavo Urquiza, fue quien asistió al reconocimiento de los cuerpos de sus amigos.
-¡Sí… lamentablemente y sin lugar a duda son ellos!-le comentó con absoluta pesadumbre al periodista que lo interrogaba y a pedido del reportero le dio los nombres completos de los difuntos para el artículo que saldría en el diario matutino.
Unas horas más tarde la noticia fue difundida por el cuarto poder: “Una pareja muere victima de un accidente más en las peligrosas rutas argentinas.” rezaban los titulares.


Fin.
Silvia Elena Peralta.