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sábado, 12 de diciembre de 2009

Relato nocturno...

Les dejo un relato para leer en una noche solitaria y de lluvia...
Jaja!! Aunque pensandolo bien, leanlo cuando sea...




La dama y le petit morte´...


La noche caía expandiendo su frío perfume de verdes musgos y tierra húmeda.

Una estampida desbocada de grises nubes corrían furiosas por el ceniciento cielo y ensombrecían los múltiples reflejos de agua que poblaban el solitario pavimento.
De a ratos me preguntaba si ellos, los reflejos, eran reales o sólo eran un espejismo inútil producto de mi imaginación, a raíz del cansancio que me agobiaba.
Necesitaba dormir.
Una ráfaga de viento azotó mi rostro con una cachetada invisible, como desafiándome a un duelo entre caballeros. Intenté ignorarlo y busqué un refugio con la mirada, pues una tormenta infernal se avecinaba de forma inminente.
Hacía frío... debía seguir caminando, al menos de esta forma mantendría un poco el calor de mi cuerpo.
A un costado de la ruta un pequeño bosque rompió con la desolación agreste.
Bordeando ese bosquecito y atravesando un camino rudimentario asomaba una reja antigua y oxidada, su portón estaba abierto de par en par y unos metros más allá se podía ver un edificio un poco abandonado. Pensé que el lugar podía resultar un buen refugio, al menos para pasar el aguacero y en última instancia la noche.
El viento se tornaba cada vez más fuerte y soplaba con una intensidad cada vez mayor, arremolinaba con extrema violencia las hojas resecas de los árboles, arrancándolas y haciéndolas bailotear grotescamente en el aire.
El cielo parecía partirse en dos cada vez que un gigantesco relámpago descargaba su poderío iluminando el paisaje con sus destellos.
Llegué a mi refugio a tiempo para evitar el enorme chubasco de granizo y agua, que golpeaba todo cuanto se encontraba a su paso con un poder de destrucción que realmente preocupaba.
Sentí como un escalofrío recorrió mi espalda y me invadió la extraña sensación de ser observado. Me di vuelta para estudiar con mayor detenimiento mi refugio y me di cuenta, con algo de aversión, que se trataba de un antiguo mausoleo.
Me asusté y me sentí bastante débil, quizás a consecuencia el cansancio, ya que había caminado en exceso. La verdad es que me arrepentí de no haber tenido más en cuenta los consejos de mi anfitrión al recomendarme que no me alejara demasiado y que vuelva antes del anochecer, pero me dejé llevar por el entusiasmo y mi natural descuido y terminé tontamente perdido.
Estaba reflexionando a cerca de ello cuando una piedra de granizo me golpeó en el pecho y me sacó de mis pensamientos, di un paso atrás para protegerme mejor y cuando me apoye sin querer en la puerta, ésta se movió levemente y se abrió despacio hacia adentro. La verdad es que en ese momento pensé que cualquier refugio sería bueno antes de enfrentar semejante tormenta, así es que sin mucho titubeo entré, aunque sólo me animé a dar unos pocos pasos.
De repente un relámpago iluminó por unos segundos el interior del lugar y en ese instante juro que vi a una mujer. Ahora que lo pienso, el ambiente luego de ello pareció permanecer levemente iluminado, la cuestión es que sorprendido parpadee un par de veces para asegurarme que la vista no me engañaba y comprobé que sí, ella estaba parada allí a tan sólo un par de metros, mirándome con un leve asombro reflejado en unos clarísimos ojos celestes. Un montón de preguntas afloraron a mi mente pero me había quedado sin habla.
Mi alma se contorsionó entera al oír que me llamaba por mi nombre.
Se acercó a mi con esa mirada que me mantenía hechizado y sin poder moverme, manteniéndome en un estado de asombro y belleza que se me dificulta describir.
Pronto su aliento rozó mi cuello y sentí el deseo brotar en lo íntimo de mi cuerpo y desparramarse por cada fibra. La sangre me latía con furia en las sienes y la respiración se me aceleraba como un corcel desbocado.
Sus labios de inmediato acosaron a los míos en un eclipse de lujuria.
No sé como, ni porque pero me envolvió como una especie de locura.
Sin preámbulos innecesarios y sin perdida de tiempo nos despojamos de ropajes y pudores entrando en un estado de frenesí incomparable.
Los corazones se agitaron en una desenfrenada danza volcánica que parecía fluctuar en una fantasía y una realidad extraña donde perdí por completo la noción de tiempo y lugar, hasta que todo terminó y luego se tornó oscuro. Ya no recuerdo más. Lo cierto es que tras la tormenta llegó la calma en algún momento de la noche que no supe percibir, pues al parecer entré en un sueño denso, profundo y ciego del que se podría decir que resucité tiempo después, en el momento en el cual el sol iluminaba la entrada de la cripta.
El día había llegado. Me levanté como pude, recogiendo el resto de mis ropas que quedaron desparramados por el suelo y me vestí con apuro.
Miré a mi alrededor y no encontré indicio alguno de mi amante dama. ¿Habría sido un sueño? Levanté una mano hasta tocar mi frente para comprobar mi temperatura y asegurarme de no haber sufrido una fiebre repentina, pero mi temperatura era normal. Recordé haber leído algo a cerca de lo que llaman “Le petite morte´”, la perdida de conciencia luego de la culminación del acto. Quizás me sucedió aquello, y fue cuando ella se retiró de allí, más no me importó en ese momento.
Impulsado por una especie de intriga morbosa me acerqué hasta el sepulcro para ver quien descansaba en él. Caminé alrededor buscando la cabecera y observe a través del vidrio el rostro de quien yacía en su interior.
Mi susto fue mayúsculo. La impresión que me dio tal visión me golpeó con la fuerza de un púgil y salí corriendo desesperado. Una mezcla de sentimientos se agolpaban en mi pecho.
Tal fue el horror y la aversión que sentí que juré nunca más volver a entrar a lugares desconocidos sin permiso y sin ser invitado. Lo triste es que nadie puede creer mi insólita historia. Todos me creen un fabulador o un simple mentiroso.
Yo le juro por lo que más quiera, mi querido lector que allí, en ese horrendo sitio, yacía para toda la eternidad el hermoso y pequeño cuerpo de la dama, cuyo fantasma aquella noche se había convertido en mi amante ardiente y perfecta.


Fin.

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