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sábado, 10 de enero de 2009

La muerte: ¿Liberación o condena?





Hola a todos!!!
¿Cómo Va pasando el verano?
Los seres humanos a veces tenemos las ideas más descabelladas y más tontas. ¿Qué lleva a algunos a despreciar su propia vida? ¿A intentar suicidarse una y otra vez? Quizás ceder a la tentación de la muerte nos libere de una carga extremadamente angustiante y dolorosa, y en nuestra ignorancia nos haga sentir que le ganamos a los problemas, a la vida o hasta a la misma muerte. Entonces ¿Qué es la muerte, liberación o condena? ¿Qué hay más alla? Nadie lo sabe, pero la absoluta verdad es que ante semejante acto los únicos ganadores son los gusanos, que reptando con su daza espantosa nos esperan ávidos de carne bajo esa tierra húmeda de la tumba que nos llevará al olvido.
En el post anterior les dejé un relato breve basado en la realidad, les cuento que la historia no termina allí y que escribí una trilogía basada en la experiencia de la misma persona.

Suicidio II

Esta vez no debía fallar, había pensado otra forma de quitarse la vida.
Consiguió una soga. Trabajó en la confección de un lazo corredizo con un extremo de la misma y pasó el otro extremo por una de las vigas del techo. Colocó prolijamente un banco debajo de su cadalso casero.
Tomó aire profundamente y lo exhaló en un largo suspiro, entonces se sentó a mirar por última vez su obra. Todo parecía listo.
Se acercó a la mesa, vio la botella y cediendo a la tentación por última vez tomó abundante vino. Era del barato, el único que podía pagar, pero se dijo que tomaría como para darse un poco más de valor, hasta que se dio cuenta que había bebido demasiado y ya estaba muy borracho, pero no importaba, seguiría con el plan.
Se subió al banco y deslizó la soga por su cuello. Fue entonces cuando se dio cuenta que no tenia forma de retirar el banco para caer y lograr su cometido.
Cambió el banco por una silla. Esta vez se subió, aunque con algo de dificultad. Así era mejor.
Estaba parado apenas en puntas de pié, pero alcanzó a patear el respaldo la silla.
Todo se precipitó en unos segundos, la soga se tensó sobre su cuello comprimiéndolo de una manera atroz, le faltaba el aire, le dolía la garganta.
La muerte era dolorosa, pero llegaba al fin... Más pronto la cuerda se cortó dejándolo caer como un saco de papas sobre la silla que le golpeó la espalda produciéndole unos horribles moretones y un par de costillas rotas.
Estaba vivo, golpeado, humillado, pero vivo.
Otra vez la muerte lo esquivó, como un torero que esquiva a la bestia, no sin antes dejarle unas marcas para el recuerdo. Pero... quién sabe qué ocurra en la próxima vez...
“¡Porque habrá una próxima vez!” se juró.
Continuará…

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